Yo no pienso participar de esa jugarreta. No porque yo sea un fan incondicional de Aragón, ni mucho menos, simplemente por respeto. Por respeto a su trabajo, a su persona y, sobretodo, al carnaval.
El carnaval no debe tratar con estas concesiones tecnológicas que piratean las vísceras de las más retorcidas mentes. Si ya estamos bastantes ‘envenenados’ con los foros y sus foreros anónimos faltos de valor y vergüenza (por su puesto dejo a un lado a los que simplemente aman al carnaval), encima tenemos que soportar que algún ‘tontovela’ repudie lo más hermoso del carnaval gaditano y sus coplas, el respeto.
Imagínense el momento en el que te sientas nervioso en la butaca del Falla, pones Onda Cádiz o pongas la oreja en el transistor (para escuchar Punto Radio, claro), el presentador de sala anuncia la agrupación, se abren cortinas, expectación, suena la guitarra, se oye un “qué bonito” de María la Hierbabuena y disfruta de una espléndida presentación gaditana. Le va a seguir el pasodoble, agarraos a las sillas, colocarse bien los auriculares y disfruten de los sones de esa primera letra de pasodoble, que no entra también en los oídos por lo que dice sino por su belleza musical. Esa armoniosa melodía que hace responder en el primer ‘quejío’ y te hace vibrar en el trío; te pone los bellos de punta cuando va llegando el final y como un resorte te levantas y comienzas a aplaudir antes de terminar… ¿Por qué acabar con esta magia? ¿y el disfrutar de un ensayo, como dirían Los Cubatas, en vivo y en directo?
He tenido, como casi todo el que ha querido, la oportunidad de escuchar el pasodoble de Juan Carlos. Pero seré fuerte y cuando acabe la presentación en preliminares, esperaré ansioso el pasodoble que me embriague, me haga vibrar o, por el contrario, me decepcione. El auténtico carnavadicto no es destructor, ni talibán. El carnavadicto es jartible, pero no pesado. El auténtico carnavadicto es el que sabe escuchar cuando hay que hacerlo. Hoy le ha tocado a Juan Carlos, pero mañana puede ser cualquiera.